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lunes, 18 de agosto de 2014

Madame du Châtelet (IV). Sus Últimos Años (1740-1749)


Esta última etapa de su vida la hacemos coincidir con dos fechas claves: la de la publicación de la primera edición de Les Institutions de Phisique, en 1740, y obviamente la de su muerte, acaecida el 10 de septiembre de 1749, dieciséis días después de haber dado a luz a una niña, fruto de su relación amorosa con Saint-Lambert, militar y poeta menor de la corte de Luneville.

Podemos decir que Les Institutions fue la obra que catapultó a Émilie como intelectual y como autora, otorgándole el reconocimiento del mundo científico. Se trataba de una obra sobre el estado de la física de la época, en la que Mme du Châtelet se posicionaba respecto a Newton y Leibniz, acercándose así y por primera vez a la filosofía alemana, según parece por influencia de su nuevo ayudante y maestro Koening, de férrea convicción leibniziana.

Su elección por Leibniz, a pesar de la desaprobación de sus amigos (Voltaire y Maupertuis), se explica por el aprecio que siente la marquesa del modo "preciso y severo de razonar" que posee el alemán, el cual encaja bien en sus ansias de lógica y de racionalismo; así como también con su "optimismo cósmico e intelectual, que gustaba de pensar en un mundo perfecto y explicable a la razón humana"; pero su proyecto era más ambicioso: consistía en hacerlo comprensible, a través de sus comentarios, para difundir en Francia la filosofía de Newton y Leibniz y dar así un enfoque distinto a la cartesiana, dominante todavía en la sociedad científica francesa.


Tras la publicación de su primera edición en 1740, que había venido acompañada de la polémica organizada por Koening reclamando la paternidad de parte del libro, Mme du Châtelet necesitaba demostrar la solidez y la profundidad de sus conocimientos en un ámbito donde han sido cuestionados. Esta oportunidad vendrá de la mano de un miembro de la Academia, el Sr. Dortuos de Mairan, que, como cartesiano, se opone a parte de la argumentación de Émilie, originando un debate abierto y público que reafirmará a la marquesa en sus conocimientos como una especialista respetada entre los conocedores de la física del siglo XVIII.

Hoy día esta obra carece de interés científico; pero nos ha dejado otra polémica, quizá más interesante para nosotras: la del cuestionamiento sobre la autoría de la obra. Koening sembró la duda sobre la misma cuando, después de romper todo vínculo con Émilie, declaró que parte de la obra era suya. Para Voltaire y Maupertuis no existían dudas acerca de la autoría del libro, concediéndosela a su amiga.

Pero esta cuestión nos interesa por cuanto enlaza con la problemática, más general, de la valía intelectual de la mujer, donde se da una división de pareceres: mientras unos la sostienen, otros sospechan. En el caso de Mme du Châtelet, la defensa vendrá, especialmente, por parte de Maupertuis, aunque de una manera muy singular, en el sentido de que afirma la posibilidad de que una mujer sea competente para la ciencia, pero siempre que se libre "de sus pompones"; con lo que da a entender que para hacer ciencia ha de desprenderse de su feminidad. Asimismo, también la defendieron bastantes mujeres escribiéndose a su favor en alguna revista feminista de la época; que, aunque carente de todo rigor científico, es importante pues supone la toma de conciencia por parte de las mujeres, ajenas a los contextos sociales de la alta sociedad, del espacio cultura de las mujeres; es decir, se defendía la posibilidad o la capacidad de las mujeres para escribir sobre física o sobre cualquiera otro de los temas estimados por la sociedad cultivada.

No obstante, habrá otros personajes de la época que no creerán en la capacidad de Émilie para hacer ciencia; nos referimos especialmente al Rey de Prusia, quien no creyó nunca en ella y la trató sin ningún respeto, y para quien además las mujeres no habían nacido para ocupar ciertos espacios que, por tradición, correspondían a los hombres, como era el conocimiento de la ciencia, entre otros, aconsejando a Émilie a este respecto que se dedique exclusivamente en la educación de su hijo.

Entre los años 1742 y 1745, Émilie vive una etapa de muchas convulsiones familiares, incluyendo en ellas las de Voltaire, que le hacían perder mucho tiempo, aunque la verdadera causa de su desasosiego no era otra sino la "constatación de que el amor de Voltaire hacia ella se ha ido apagando" y puede desaparecer; dejando constancia de esta desventura en su Discurso sobre la felicidad, con estos términos:
"Se empieza siendo adorado, es imposible que sea de otra forma, pero pronto la seguridad de ser amado y el hastío de tenerlo todo previsto, la desventura de no tener nada que temer, embotan el deseo" (p. 113).
Pero, como es costumbre en Émilie, el amor se convertirá en amistad, que los mantendrá juntos, viviendo y viajando en compañía, y "este sufrimiento, unido a la pasión por el estudio, me hace bastante feliz" (p. 114).

El desamor causado por Voltaire la sumergirá en un profundo sufrimiento, que ocultará tras otras de sus pasiones: el juego, al que se dedicará con fervor, desatendiendo el estudio, intentando encontrar en las apuestas las emociones que le faltaban, mientras el tiempo se encargaba de cicatrizar sus heridas. La toma de conciencia por parte de Émilie de esta situación, así como su intención de superarla podemos verla reflejada en una carta que envía a François Jacquer el 12 de septiembre de 1745:
"[...] No se extrañe de que no le haya enviado nada mío desde su marcha, pues llevo la vida más desordenada del mundo, me paso la vida en la antesala del ministro de la Guerra tratando de obtener un regimiento para mi hijo, me acuesto a las 4 o las 5 de la mañana y trabajo cuando tengo tiempo en una traducción de Newton".
Así como también se desprende de algunas líneas de su Discurso, donde llega a algunas sugerencias de cómo poder disfrutar: "contentarse con el propio estado y pensar más en volverlo feliz que en cambiarlo" (p. 99); partiendo de aquello con lo que la naturaleza nos ha premiado, dotarnos de proyectos y luchar por ellos, sin miedo a errar, pues de nuestras equivocaciones no debemos preocuparnos hasta que "les hayamos sacado el fruto que podíamos esperar, apartemos las ideas tristes y las sustituyamos por agradables, pues ese es uno de los grandes motores de la felicidad" (p. 115).

El Discurso sobre la felicidad, escrito entre 1745 y 1748 y publicado póstumamente por petición de la propia marquesa, exponía su propia filosofía de vida, repasando su experiencia vital: el fin de la vida es la felicidad, y ésta se consigue a través de la ilusión y la pasión, actuando la primera sobre el alma para provocar emociones, y dando sentido a la vida las pasiones, entre las que destaca el amor como la pasión por excelencia.
"Para ser felices, debemos deshacernos de nuestros prejuicios, ser virtuosos, gozar de buena salud, tener inclinaciones y pasiones, ser propensos a la ilusión, pues debemos la mayor parte de nuestros placeres a la ilusión, y ¡ay de los que la pierdan! En lugar de hacerla desaparecer merced a la antorcha de la razón, tratemos de engrosar el barniz que deposita sobre la mayor parte de los objetos" (p. 96).
En esta obra, encontramos la escala de valores con la que Émilie será consecuente hasta el final de su vida. Su último proyecto unirá dos de las pasiones a las que la marquesa da mucha importancia en su Discurso: el estudio como placer y la gloria como meta:
"En el amor al estudio se encuentra encerrada una pasión a la que nunca son totalmente ajenas las almas elevadas, la de la gloria" (p. 107).
A partir de este momento, y contando con la inestimable ayuda de Clairaut -recomendado por
Maupertuis-, se consagra fervientemente a la traducción y comentario de los Principia de Newton, un ambicioso proyecto para el cual estaba muy bien preparada, gracias a sus excelentes conocimientos de latín y geometría. En julio de 1747, el primer volumen de los Principia estaba casi impreso, sin los comentarios que aparecerían en el segundo. El objetivo principal de esta obra era familiarizar a los científicos franceses con la obra del gran inglés. La superioridad de este texto será inmediatamente reconocida por su amigo Voltaire, reconocimiento que hace público en la Epístola dedicada a la marquesa du Châtelet de la edición de 1748, donde se puede leer:
"Señora, cuando puse por primera vez vuestro respetable nombre a la cabeza de estos Elementos de filosofía, me instruía con vos. Pero desde entonces habéis alcanzado un vuelo que ya no puedo seguir [...] Ofrezco estos simples Elementos a aquella que ha penetrado todas las profundidades de la geometría trascendente, y la única entre nosotros que ha traducido y comentado al gran Newton" (Voltaire, 1748).
Durante estos años de intensa dedicación al estudio, la vida personal de Émilie, unida a la de Voltaire, empezó a sufrir grandes cambios. El amor de éste por la marquesa comenzó a enfriarse poco a poco, hasta convertirlo en una dulce e inalterable amistad, convirtiéndolos asimismo en compañeros de viaje, pasando temporadas en París entre sus viejos amigos, y practicando la vida de corte en Versalles y en Luneville, corte del duque Stanislas en Lorena, donde pasaban largas estancias invitados por Mme de Boufflers, amiga de la marquesa.

Pues bien, en una de estas estancias en Luneville, concretamente en el invierno de 1748, Émilie conocerá a Saint-Lambert, surgiendo el amor muy pronto entre ellos. Él es un joven militar en la guardia del duque de Lorena y que frecuenta asiduamente la pequeña corte de Luneville; además es poeta y escribe versos -Les Saisons-. Gracias a esta relación, la marquesa revivirá su pasión y el gozo de sentirse amada.

Émilie pasará los últimos años de su vida entregada a su traducción de la obra de Newton y su relación con Saint-Lambert, al que escribirá diariamente las cartas más largas de su correspondencia. En esta relación, Mme du Châtelet cometerá el error de quedarse embarazada, y consciente del riesgo que corre (no olvidemos que sobrepasa los cuarenta años), se da cuenta de que ha perdido el control de su destino, y así se lo cuenta en una carta a Mme de Boufflers, su amiga de Lorena:
"¡Pues sí!, tengo que informarle de mi infortunado secreto sin esperar respuesta sobre las garantías de guardarlo que le pedía [...] Estoy preñada, y ya se imaginará la aflicción que me consume, lo que temo por mi salud y hasta por mi vida, lo ridículo que me parece parir a los cuarenta años, después de pasar diecisiete años sin tener hijos; lo afligida que me siento por mi hijo" (A Mme de Boufflers, 3 de abril, 1749).
Su correspondencia posterior, casi toda dirigida a Saint-Lambert, se muestra a una mujer confusa por su situación y, a la vez, desolada y resignada ante su cruel destino femenino. El parto se cobró su vida, muriendo pocos días después de dar a luz a una niña, el 10 de septiembre de 1749, a la edad de 42 años. No gozaría de la gloria que le proporcionó póstumamente su gran obra, los Principia de Newton, de cuya publicación y edición se encargarían sus amigos.



BIBLIOGRAFÍA:

MACARRÓN MACHADO, Ángeles, “Ciencia, vida y metafísica en Madame du Châtelet”, Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, en http://es.scribd.com/doc/28611682/CIENCIA-VIDA-Y-METAFISICA-EN-MME-DE-CHATELET-Angeles-Macarron-Machado-IES-Agustin-de-Bethencourt-y-FCOHC

MADAME DU CHÂTELET, Discurso sobre la felicidad y Correspondencia, Edición de Isabel Morant Deusa, Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la Mujer, Colección Feminismos, 1997.

Todas las citas están tomadas de estas dos fuentes

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