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domingo, 31 de agosto de 2014

GÉNERO Y DESIGUALDAD: ¿SIGUE VIGENTE EL MODELO PATRIARCAL? (y IV)

Hacia la Superación de los Géneros

Con una visión un tanto optimista de la realidad que vivimos, podríamos pensar que estos modelos de ser mujer y de ser varón -de los que hemos hablado en las entradas anteriores sobre Género y Desigualdad- se han superado. Que el patriarcado no existe (al menos en el mundo occidental "desarrollado", porque el machismo es cosa de pobres e incultos) y vivir la ilusión de una sociedad justa e igualitaria. Y entonces, ¿por qué la tasa de desempleo femenino es más elevada que el masculino? ¿Por qué los salarios de los varones siguen siendo un 30% más altos que los de las mujeres en puestos de igual responsabilidad? ¿Por qué cada año mueren en nuestro país casi un centenar de mujeres en manos de sus parejas varones? ¿Por qué 7 de cada 10 hombres no realiza ninguna tarea en el hogar? ¿Cuáles son las consecuencias de esta socialización diferenciada para mujeres y hombres? ¿De estos dos modelos de identidad enfrentados?

Como estos modelos de masculinidad y feminidad han sido construidos por la sociedad, ninguna mujer puede ser nunca lo suficientemente mujer, ni ningún hombre lo suficientemente hombre. Por lo que vivimos en una frustración y conflicto permanente. 

¿Cómo puede producirse el cambio hacia una sociedad no patriarcal, no sexista y más igualitaria? Elena Simón, en su libro Democracia Vital, propone la ruptura de los pactos patriarcales y el establecimiento de una cultura de pactos de la que surgirá la democracia vital y la plena ciudadanía de mujeres y hombres:
  1. El pacto intrapsíquico o de la subjetividad, que permita la autonomía a mujeres y hombres en sus modos de ser y sentir.
  2. El pacto intragenérico (entre mujeres, entre hombres), que posibilite una equivalencia entre las personas al margen de sexo, etnia, clase, sin jerarquización.
  3. El pacto intergénero (entre mujeres y hombres), del que surge la solidaridad, la justicia distributiva de bienes materiales y no materiales (conocimiento, poder, amor y apoyo), la confianza y la seguridad, la responsabilidad mutua y compartida, el contar con el otro y saber que el otro cuenta conmigo.
En definitiva, podemos concluir que el camino hacia la superación de los géneros va encaminado a eliminar el género como sistema de organización social jerárquico, discriminatorio y opresor, contra los símbolos de lo masculino y lo femenino como mecanismos que censuran la libertad de las personas de ser como quieren ser, las normativas, la construcción de las identidades que la sostienen. Y ésta ha sido la razón de ser y el empeño de la teoría y el movimiento feminista.


BIBLIOGRAFÍA.

AMORÓS, Celia. 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.

LAGARDE, Marcela. Género y feminismo: desarrollo humano y democracia. Madrid: Editorial Horas y Horas, 1996.

MOLINA PETIT, Cristina. Debates sobre el género, 2000.

SIMÓN RODRÍGUEZ, Elena. Democracia vital. Mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía. Madrid: Narcea, 1999.

VALCÁRCEL, Amelia. Sexo y filosofía: sobre mujer y poder. Rubí: Anthropos, 1991.

VALCÁRCEL, Amelia. La política de las mujeres. Madrid: Cátedra, 1997.

“LLAMADME BRUJA”



MONÓLOGO "LLAMADME BRUJA", de la gran actriz y feminista italiana Franca Rame, fallecida en Milán en 2013. Lo escribió para ella Bárbara Giorgi:


"No importa quién soy. No importa cómo me llamo. Podéis llamarme Bruja. Porque de todas formas mi naturaleza es ésta. Desde siempre, a partir del primer vagido, del primer respiro de vida, de la primera patada que tiré en el mundo.

Soy una de aquellas mujeres que tienen el fuego en el alma, soy una de aquellas mujeres que tienen la vista y el oído de un gato, soy una de aquellas mujeres que hablan con los árboles y con las hormigas, soy una de aquellas mujeres que tienen el cerebro de Hypatia, de Artemisia, de Madame Curie. Y soy bella.

Tengo la belleza de la luz, tengo la belleza de la armonía, tengo la belleza del mar en tormenta, tengo la belleza de un tigre, tengo la belleza de los girasoles, de la lavanda y también de la hierba grama. Por esto soy Bruja.

Soy Bruja porque soy diferente, soy única, soy otra, soy mi misma, estoy fuera de las filas, estoy fuera de los esquemas, soy a-normal... ¡soy yo!

Soy Bruja porque estoy orgullosa de mi ser animal-mujer-gitana-artista y... ingeniera loca de mi vida. Soy Bruja porque sé utilizar la cabeza, porque digo siempre lo que pienso, porque no tengo miedo de la palabra peligrosa y pruriginosa, de la palabra poderosa y potente.

Soy Bruja porque a menudo fastidio a las Santas Inquisiciones de este extraño milenio, de esta Edad Media de tribunales mediáticos y apáticos.

Soy Bruja porque las hogueras todavía existen y yo -antes o después- podría acabar dentro".

La dialéctica del sexo (Shulamith Firestone)

"El examen y la reflexión en torno a la Naturaleza, en su acepción más amplia, en torno a la historia de la especie humana o de nuestra propia actividad intelectual, nos conduce a la percepción inmediata de un entramado sin fin de relaciones y reacciones, permutas y combinaciones, en las que nada conserva su esencia, ubicación o modo; al contrario, todo se mueve, cambia, llega a ser y desaparece. Nuestra captación primera es, por tanto, la de un todo unitario, mientras sus componentes individuales permanecen en mayor o menor grado en un segundo plano; observamos los movimientos, los cambios, las conexiones, no lo que se mueve, combina y une. Esta concepción del mundo primitiva e ingenua, pero intrínsecamente correcta, pertenece a la antigua filosofía griega y el primero en formularla con claridad fue Heráclito: todo es y no es, puesto que todo fluye, cambia sin cesar, adquiere el ser constantemente y constantemente desaparece". (Friederich Engels).

Como es bien sabido, el mundo está mal hecho y, si nos dieran permiso, todos quitaríamos o pondríamos algo que estorba o falta. Lo que le estorba a Shulamith Firestone en este mundo mal hecho es, por decirlo en una palabra, el útero. La función de la mujer como hembra de la especie y su protagonismo en los mecanismos de la reproducción, ésa es la causa de que este mundo no funcione bien para Shulamith Firestone. Por fortuna, todo tiene arreglo, y Firestone nos ha diseñado un mundo nuevo enteramente liberado de los contratiempos de la maternidad, una Arcadia automatizada con cadena de producción de bebés.

Shulamith Firestone hereda de Engels, a través de Simone de Beauvoir, la idea de la subyugación ancestral de la mujer y los niños (el proletariado de la familia) por el varón (el burgués). Pero no se contenta, como Engels, con atribuir esa subyugación a unas supuestas condiciones económicas surgidas en el Neolítico, sino que va mucho más lejos y deduce que la raíz de la opresión se basa en la propia configuración biológica de los sexos. Según sus propias palabras, se trata de "una opresión que se remonta más allá de todo testimonio escrito hasta penetrar en los mismísimos umbrales del reino animal". Dicho de otro modo, la naturaleza -que manda a las leonas cazar y parir y a los leones defender el territorio y fecundar- hizo mal las cosas al confiar las labores de embarazo y parto a las hembras, y el resultado ha sido la opresión de la mujer por el hombre desde mucho antes de que ambos fueran humanos, por lo que debemos invitar a los paleoantropólogos a que adopten en sus investigaciones una rigurosa perspectiva de género y nos aclaren si ya los pequeños australopítecos del Rift oprimían y sojuzgaban a sus hembras hace tres millones de años o si la cosa viene todavía de más lejos.

Ahora bien, partiendo de la afirmación de su admirada Simone de Beauvoir de que "la humanidad no es una especie animal, sino una realidad histórica", Shulamith Firestone declara que "lo natural" no es necesariamente un valor "humano" y "que no cabe justificar el mantenimiento de un sistema discriminatorio de clases sexuales basándonos en su enraizamiento en la Naturaleza". Por lo tanto, la revolución feminista radical auspiciada por Firestone tendrá como primer objetivo superar las diferencias sexuales de origen natural para llegar a una especie de utopía comunista (más a nivel de comuna que de Estado) donde reine la más perfecta homogeneidad de funciones y comportamientos entre hombres, mujeres... y niños. En ese mundo feliz, las diferencias de edad y de fuerza física no tendrán ninguna importancia a efectos de división del trabajo, porque, en virtud de un proceso denominado "cybernation", todo el trabajo será llevado a cabo por modernas máquinas. Los seres humanos se dedicarán casi exclusivamente al ocio y al placer.

Pero para alcanzar ese paraíso será condición indispensable suprimir antes de cuajo la fuente de toda opresión femenina e infantil: la familia. Firestone no se muerde la lengua ni ahorra vehemencias al proclamar que la familia es el gran obstáculo:
"Del mismo modo que para asegurar la eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la clase inferior (el proletariado) y -mediante una dictadura temporal- la confiscación de los medios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de las clases sexuales se necesita una revuelta de la clase inferior (mujeres) y la confiscación del control de la reproducción; es indispensable no sólo la plena restitución a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino también la confiscación (temporal) por parte de ellas del control de la fertilidad humana... El objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras... La reproducción de la especie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la reproducción artificial... La división del trabajo desaparecería mediante la eliminación total del mismo (cybernation). Se destruiría así la tiranía de la familia biológica".
Delenda est familia... Engels habría bajado ese día del Olimpo para estrechar entre sus brazos paternales a tan aventajada discípula. Precisamente, Firestone se muestra convencida de que la revolución bolchevique fracasó debido a su pusilanimidad a la hora de destruir la estructura familiar, "fuente de la opresión psicológica, económica y política". Caviló Firestone: la familia es el marco de opresión de la mujer por el varón, según me tiene enseñado mi maestro; el problema es cómo llevar a cabo la destrucción de la familia, porque sin niños se acaba el mundo; ¡eureka! -exclamó-, con úteros artificiales e incubadoras; problema resuelto.



Naturalmente, antes de declarar su guerra a ultranza a la familia, Shulamith Firestone ha tomado la precaución de elaborar un modelo alternativo, a medio camino entre los socialistas utópicos del siglo XIX y las terribles experiencias comunistas del XX. Como su prioridad es crear ese sucedáneo de la familia biológica, no se da demasiados quebraderos de cabeza sobre el modelo macroeconómico o los filones o eldorados que harían viable esa sociedad en perpetuas vacaciones. ¡Qué falta hacen laboriosos cimientos ni forjados, empecemos directamente la casa por los brillos del tejado y la floritura de las fachadas!

Una vez destruida la familia y liberada la mujer de sus funciones reproductoras; una vez destruido el sistema educativo ("todas aquellas instituciones que segregan a los sexos o separan a los niños de la sociedad adulta, vgr. la escuela elemental, deben ser destruidas. ¡Abajo la escuela!") e integrados los niños en la vida social de los adultos; una vez alcanzado el estadio de polimorfismo sexual que Firestone considera natural (incluidas las relaciones sexuales entre adultos y niños y el incesto), la sociedad quedaría configurada en tres colectivos básicos: los solteros, las parejas de hecho y los grupos de convivencia.

Mientras que los solteros y las parejas de hecho son soluciones de escasa trascendencia social, es sobre todo en los grupos de convivencia donde Firestone encuentra el hogar ideal y el marco perfecto para la educación y formación de los niños.  Los grupos de convivencia estarían constituidos por un número de unos diez adultos de edades diversas. Aunque Firestone prevé una duración de 7 o 10 años –prorrogables– para cada grupo, los adultos serían libres de abandonar el grupo o incorporarse a él en cualquier momento, de forma que estas irregulares "unidades familiares" estarían sujetas a lo que Firestone considera una saludable inestabilidad, enriquecedora para los niños.  Pero, ¿qué pasaría si una madre biológica, en lugar de desprenderse de su pequeño y entregarlo a la comunidad, lo cuidase por sí misma? Es algo que habría que impedir a toda costa, dice Firestone, "a fin de que ningún niño se sienta a priori más favorecido que los demás y a fin de que los niños sean amados por sí mismos."

También cabe la situación opuesta, que las mujeres se muestren excesivamente reacias a procrear. No sería de extrañar, ya que, según Firestone, "el núcleo de la opresión femenina hay que buscarlo en sus funciones procreadoras y de crianza."  Soluciones no han de faltar, sobre todo si se ha leído a Orwell:
"Quizás exista también un instinto de suministro de cuidados al pequeño una vez nacido, pero un instinto de gestación sería superfluo; o, ¿es que la naturaleza podría oponerse al control del hombre sobre la reproducción? [...] El caso es que las mujeres no tienen ninguna obligación reproductiva concreta para con la especie. Si se muestran definitivamente reacias, será necesario desarrollar a toda prisa los métodos artificiales o, en caso extremo, proporcionar compensaciones satisfactorias... que harán que la gestación merezca  la pena"
Por último, Firestone nos expone las cuatro exigencias mínimas de su modelo social:
1) "la liberación de las mujeres de la tiranía de su biología reproductiva por todos los medios disponibles", propuesta bastante aceptada socialmente hasta ahora, hay que reconocerlo;
2) "la independencia económica y la autodeterminación de todos", con un reparto de las riquezas basado en los principios del marxismo;
3) "la integración total de las mujeres y los niños en el conjunto social". Para ello será necesario suprimir el concepto de infancia y reconocer plenos derechos legales, sociales y económicos a los niños, cuyas actividades educativo/laborales no se distinguirán de las de los adultos. Los niños "no serán monopolizados, sino que se repartirán libremente por toda la sociedad en beneficio de todos"; y
4) libertad sexual, amor, etc. [...]. En el modelo de sexualidad propuesto por Firestone hay un lugar privilegiado para los niños, que lo mismo pueden establecer relaciones sexuales con sus coetáneos que "elegir" a los adultos, en cuyo caso, los adultos no tienen por qué mostrar escrúpulos, ni siquiera ante las situaciones más atípicas, ya que "si el niño escogiera la relación sexual con los adultos, aun en el caso de que escogiera a su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta rechazara sus insinuaciones sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función".
Este es, a grandes rasgos, el modelo de sociedad propugnado por el llamado "feminismo radical". Un mundo sin familias, sin propiedad privada, sin escuelas... y sin niños. Un mundo en el que todos son adultos y todos participan de una misma e indiferenciada comunidad sexual. Un mundo lúdico y feliz donde las máquinas se encargarán de hacer todos los trabajos penosos: tal vez los barcos salgan solos al mar para volver cargados de merluzas; tal vez simpáticos robots se encarguen de subir a los andamios o de bajar a las minas; tal vez el maná vuelva a llover sobre ese mundo venturoso; y tal vez otras sociedades que no hayan alcanzado ese nirvana tengan la deferencia y el buen gusto de no venir a interrumpir tanta dicha... Sin duda, nos hallamos en el mismísimo corazón del Absurdistán.
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[La dialéctica del sexo, de Shulamith Firestone se publicó por primera vez en 1973. Las citas de este artículo proceden la edición en español de 1976, Editorial Kairós, Barcelona.]
[2006]
FUENTE: CRÓNICAS DEL ABSURDISTAN

sábado, 30 de agosto de 2014

Libro. LA DIALÉCTICA DEL SEXO. DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN FEMINISTA, de Shulamith Firestone

Shulamith Firestone: La Dialéctica del Sexo. Defensa de la Revolución Feminista.

Shulamith Firestone: Fue una judía feminista, nacida en Canadá. Ella fue la figura central en el desarrollo temprano del feminismo radical.

Nacimiento, el 7 de enero de 1945 en Ottawa (Canadá).

Fallecimiento, el 28 de agosto de 2012, en Nueva York (Estados Unidos), a los 67 años.

Discípula de Engels y de Simone de Beauvoir, Firestone estudió Bellas Artes en Chicago y se trasladó a Nueva York en 1967, donde fundó el grupo Redstockings y las asociaciones New York Radical Women y New York Radical Feminists, que organizaron la protesta contra el certamen de Miss America de 1969 en Atlantic City.







La Dialéctica del Sexo. Defensa de la Revolución Feminista (1970).

Shulamith Firestone tenía 25 años cuando escribió La dialéctica del sexo. Defensa de la Revolución feminista, obra fundamental del feminismo radical y del ciberfeminismo. En este trabajo defiende su teoría de las clases sexuales y señala que el embarazo, el parto y la crianza sitúan a la mujer en desventaja física, social y psicológica respecto al hombre. Se trata de una obra fundamental para entender el Movimiento de Liberación de las Mujeres y se publicó en España en 1976, tras la muerte de Franco.

En La dialéctica del sexo, publicada en 1973, Firestone defiende la investigación y avances en técnicas de reproducción asistida, como las matrices artificiales, la selección del género y la fertilización in vitro, así como la información sobre la anticoncepción, el aborto libre y el apoyo del Estado para poder criar a un hijo o hija. Es decir, cualquier desarrollo científico y social que permitiese a las mujeres asumir de forma libre y no condicionada su sexualidad y maternidad. 

Este libro, junto a La política sexual de Kate Millet, marcó a toda una generación de feministas estadounidenses. En ella, Firestone pretende compendiar los trabajos de Sigmund Freud, Wilhelm Rich, Karl Marx, Friederick Engels y Simone de Beauvoir para elaborar una teoría política feminista radical.

CONTRAPORTADA
"¿Cuál es el origen más profundo de la división social? ¿Existe una dialéctica más radical que la de la lucha de clases? En La dialéctica del sexo, libro que se ha convertido ya en un 'clásico', se da una respuesta tajante: La desigualdad biológica entre hombres y mujeres es la causa más profunda de la división social. El desequilibrio sexual está en el origen del sistema de clases y no viceversa.
A lo largo de diez provocativos capítulos, Shulamith Firestone, pasa revista a la maquinaria política que alimenta al 'chauvinismo' masculino y analiza la importancia de mitos culturales como el del amor romántico -que refuerzan la sumisión femenina. Examina también a fondo las facciones básicas en el interior de los movimientos feministas actuales e incita a asumir una postura radical capaz de desarrollar un nuevo estilo político que reconcilie la prerrogativa femenina con el mundo exterior. Al fin y al cabo, en un mundo en el que lo cultural y lo natural son conceptos cuya distinción tiende a diluirse, cabe pensar que lo que es 'natural' ya no es necesariamente lo 'humano'. Para sobrevivir y acomodarnos a la altura de los tiempos tal vez debamos revisar nuestros conceptos sobre la familia y romper la política tradicional de los roles sexuales. A la luz de esta perspectiva, La dialéctica del sexo esboza un proyecto de una sociedad postrevolucionaria en la que el sistema de clases sexuales desaparece para dar paso a una alternativa más humana."

ÍNDICE

1. La dialéctica del sexo.
2. El feminismo americano.
3. El freudismo: un feminismo descarriado.
4. Suprimamos la niñez.
5. El racismo o el sexismo de la familia humana.
6. Amor.
7. La cultura del romance amoroso.
8. Cultura (masculina).
9. Dialéctica de la historia de la cultura.
10. Feminismo y ecología.


FUENTES: Feminismo.about.com; inquietudesfeministas.wordpress.com, y wikipedia

CONSEJOS PARA LA MUJER FUERTE, de GIOCONDA BELLI




De GIOCONDA BELLI (poetisa y novelista nicaragüense, que escribe la poesía desde la mirada de la mujer). 

"Consejos para la mujer fuerte", un poema lleno de sabias pautas para que las mujeres nos convirtamos en seres para nosotras mismas, y aparquemos la obligación, en forma de culpa, de ser seres-para-los-otros. 


Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzarte el corazón
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra
Se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus lantos
Hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión 
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones, 
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quien eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
Rodealo de fosos profundos
sin olvidar anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodeen y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
Una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños

Si eres una mujer fuerte
protégete con historias y árboles
con recetas antiguas de cantos y encantamientos

Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara
Pero amparate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.


viernes, 29 de agosto de 2014

GÉNERO Y DESIGUALDAD: ¿SIGUE VIGENTE EL MODELO PATRIARCAL? (III)

La Construcción de la Identidad de Género


Para que este sistema de organización social sexo-género de dominación masculina se reproduzca es imprescindible que lo consientan los miembros de la sociedad. En el caso del patriarcado, las perdedoras son las mujeres, debiendo ser las más difíciles de convencer. Esto nos lleva a preguntarnos ¿cómo es posible que las mujeres aceptemos la situación de discriminación y opresión que nos impone el sistema patriarcal?

Y la respuesta a esta cuestión la hallamos en el proceso de construcción de nuestra identidad, ya que aprendemos que en el hecho esencial identitario de ser mujer está inherente su posición de subordinación. Lo mismo ocurre con los hombres, aprenden que su sexo biológico les da el derecho a situarse en el grupo de los superiores, los que mandan, los dominadores. Y la razón última que justifica la "esencia" de nuestro ser masculino o femenino se basa en cuestiones inquebrantables como la naturaleza o la voluntad divina: "así ha sido siempre, desde que el mundo es mundo, y las personas no podemos cambiarlo", nos aseguran.


1.- LAS DEFINICIONES SOCIALES DEL GÉNERO.

Las sociedades patriarcales (o androcéntricas) necesitan producir un entramado de mecanismos ideológicos que justifiquen y legitimen la desigualdad entre mujeres y hombres. 

Janet Saltzman, que ha profundizado en el estudio de los mecanismos de mantenimiento y cambio de los sistemas de desigualdad entre los sexos, los llama "definiciones sociales sobre el sexo", aquellas creencias, valores, estereotipos y normas ampliamente compartidas por los miembros de la sociedad que se dan en el momento presente y también a lo largo de la historia. 

En el sistema patriarcal, estas definiciones sociales son creadas y mantenidas por élites masculinas, por lo que poseen un contenido profundamente androcéntrico. El mundo se define desde un punto de vista masculino, así "las concepciones de una sociedad con estratificación de los sexos con respecto a lo verdadero, lo bueno, lo importante, lo apreciable, lo hermoso (y sus contrarios) reflejarán necesariamente las experiencias de sus miembros masculinos dominantes, del pasado y del presente".

Estas definiciones sociales se traducen en un entramado de mandatos diferentes para mujeres y hombres sobre el ser y el sentir (identidad-subjetividad), el hacer y el poder (división sexual del trabajo-autonomía y capacidad de decisión), e incluso el estar (imponiendo una segregación de los espacios en el que el espacio público es el "naturalmente" masculino y el espacio privado-hogar se considera el "esencialmente" femenino). Estas imposiciones sociales y culturales mantienen las diferencias de género entre mujeres y hombres, la discriminación y la opresión de género de las mujeres.

Janet Saltzman distingue tres clases de definiciones sociales: las ideologías y las normas (se refieren al deber ser) y los estereotipos (que dan un paso adelante, y entran en el ser).


2.- ROLES Y ESTEREOTIPOS DE GÉNERO.


Los estereotipos se establecen a partir de los roles de género (lo que se considera apto para una mujer, lo que se considera adecuado para un hombre, los masculino, lo femenino), en relación con las funciones sociales y culturales, el papel de unas y de otros en el mundo que deben cumplir, porque "la naturaleza así lo ha establecido".

La palabra rol hace referencia a función, tarea, papel, pero también a interpretación en el sentido teatral. A las personas, de sexo femenino y sexo masculino, se nos impone como condición sine qua non para dar "el buen sentido" a nuestra existencia, el trabajo forzoso de interpretar bien el papel que nos corresponde (el género que nos han atribuido: mujer o varón) vinculado a nuestro cuerpo sexuado.

En el modelo tradicional de lo femenino y lo masculino, a las mujeres se les asigna todas aquellas cualidades, tareas y funciones vinculadas con el ámbito de la reproducción de la vida. Este rol reproductivo responde a una concepción de las mujeres como esencialmente madres y cuidadoras de los suyos. Por el contrario, todas aquellas cualidades, tareas y funciones relacionadas con el ámbito de lo productivo son atribuidas a los hombres. Los roles de género asignados a hombres y mujeres son opuestos. Lo que es apto para unas es lo no apto para los otros. A partir de estos roles se construyen los conceptos de lo natural y lo antinatural.

Los roles de género forman parte y son consecuencia de la cultura y están tan fuertemente arraigados en ella, que es difícil llegar a percibir que son aprendidos y se consideran, sin embargo, parte de la naturaleza misma y, por tanto, propios de cada sexo; estableciéndose una relación jerárquica entre ambos, en la medida en que se considera lo masculino como lo humano, lo correcto, el patrón a seguir, lo importante, los roles masculinos tienen más valor, son superiores. Mientras que lo femenino es para ellas, para las otras, seres humanos imperfectos, se considera menor. 

Si los roles de género nos sirven de guía como modelos del deber ser femenino y masculino, los estereotipos los convierten en el ser.

En el ámbito de las ciencias sociales, podemos definir los estereotipos como imágenes o ideas simplificadas y deformadas de la realidad aceptadas comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable.

Los estereotipos a fuerza de repetirse llegan a considerarse la verdad, se aplican de una manera irreflexiva y generalizada, y son reproducidos indefinidamente. Los estereotipos se traducen en actitudes, sentimientos y acciones de todas las personas pertenecientes a una misma cultura. Son a la vez cambiantes (varían en el tiempo y el espacio), e inmutables, ya que al ser producto de una situación social tendrán vocación de permanencia mientras nada provoque su cambio; son aprendidos, generalizadores, simplifican y parcializan la realidad, son compartidos por muchas personas.

Se consideran estereotipos sexistas los rasgos, imágenes mentales y creencias que atribuyen características a mujeres y varones como grupos, sexual y genéricamente diferentes. Son ejemplos de estereotipos de género los que consideran a los hombres como valientes, racionales, independientes y rudos; y también los que ven a las mujeres como sensibles, miedosas, dependientes y tiernas.

Estos estereotipos son sexistas hacia las mujeres en la medida en que justifican la situación de inferioridad y discriminación social, económica, cultural y política que viven las mujeres, favoreciendo a la vez el mantenimiento de las prácticas discriminatorias hacia ellas.

Los estereotipos atribuidos a los hombres se corresponden con el paradigma de lo humano. El hombre es usado, aún hoy, como sinónimo de la humanidad (de ahí el masculino genérico que se utiliza en el lenguaje), constituye el prototipo universal del ser humano, el modelo de referencia. Las mujeres, a pesar de constituir la mitad de la humanidad, son "las otras", a las que se les "permite" e incluso se les exige ser diferentes: ¿por qué?, ¿acaso no son humanas?, ¿qué son?, pero a la vez se les sanciona por ser diferentes.

Estos estereotipos de género provocan la desigualdad entre los sexos y se transforman en agentes de discriminación, impidiendo el pleno desarrollo de las potencialidades y las oportunidades de ser de cada persona. Privan a las mujeres y niñas de su autonomía, limitando sus derechos a la igualdad de oportunidades y a los hombres y niños les niegan el derecho a la expresión de su afectividad.



3.- ¿CÓMO APRENDEMOS? TEORÍA DE LA SOCIALIZACIÓN.


Como hemos visto, el género se nos asigna desde el momento en que se tiene certeza sobre la composición cromosómica (XX, femenina, XY, masculina) del proyecto de ser humano que está por nacer. Y desde este momento, toda la sociedad a nuestro alrededor, nuestra propia familia, la escuela, la calle, los cuentos, los juguetes, el lenguaje, se esforzarán por enseñarnos esas definiciones sociales, roles y estereotipos sobre lo masculino y lo femenino. Esto es, ¿cómo se hace y qué significa ser una mujer o ser un hombre y cómo somos diferentes unas de otros? Cómo debemos sentir, cuáles deben ser nuestros deseos, nuestras aspiraciones, cuáles nuestras prohibiciones, cómo debemos comportarnos, cuál es nuestra función en el mundo, nuestros espacios permitidos, cómo debemos relacionarnos los unos con las otras. Y lo aprendemos así sin darnos cuenta, a base de un más o menos sutil o explícito sistema de premios y recompensas, que constituyen nuestro vivir.

A este proceso de aprendizaje del ser humano, que nos enseña a ser mujeres y hombres, le llamamos proceso de socialización. La socialización tiene como objetivo que las personas se integren en la sociedad en la que les toca vivir, que conozcan sus normas y las respeten para evitar ser excluidas y/o castigadas. Como en el mundo en el que vivimos domina un sistema social y cultural patriarcal, discriminatorio y opresor para las mujeres, el proceso de socialización también lo es.

Esta socialización incluye como uno de los ejes centrales de la construcción de las personas un proceso de sexualización que conforma nuestra identidad y nuestra subjetividad, como lo define Janet Saltzman: "El enfoque de socialización del sexo asume que las conductas, prioridades y elecciones de las personas adultas se entiendan en su mayor parte como expresiones directas de las concepciones internas del yo. En la medida en que la generación adulta logra con éxito hacer de los niños y las niñas seres sociales conforme a las concepciones aceptables del sexo, esos niños y niñas se convertirán en personas adultas que harán elecciones coherentes con su propia identidad sexuada. De esta forma el sistema de los sexos se va repitiendo de generación en generación [...] Los niños y las niñas desarrollan paulatinamente la capacidad de definir el mundo según el sexo, de identificar el yo conforme a una categoría y de adoptar atributos socialmente asignados a ese sexo. Su identidad así se vuelve profundamente sexuada".



Género y Sexualidad.

La vivencia de la sexualidad también está marcada y definida por nuestra identidad de género y, por cuanto tiene que ver con la perpetuación de la opresión de las mujeres, es por lo que merece especial atención su análisis.

La sexualidad es también una construcción cultural, que ha sido y es objeto de manipulación desde unos intereses de poder patriarcales. Como señala Foucault, el sexo es construido desde la medicina, la psicología, la demografía y la economía. Se impone así la heterosexualidad del deseo, como parte de la identidad femenina y de la identidad masculina. El sexo, pues, construido desde intereses es político.

Para Gayle Rubin, la sexualidad está regulada sobre la base de un sistema de valores sociales que aprueban determinadas actitudes y conductas y rechazan otras en base a una ley que consideran natural. En este sistema, la sexualidad marital monógama, es la más valorada, considerada la más normal e incluso bendecida por la Iglesia, después viene la sexualidad de parejas heterosexuales no casadas, los heterosexuales promiscuos, los gays y las lesbianas, etc.

Teresa de Lauretis y Judith Butler van más allá afirmando que la sexualidad como construcción histórica asume la forma masculina. De forma que la sexualidad de las mujeres es definida como objeto de la sexualidad del varón y el acto sexual por excelencia ha sido la penetración en el coito heterosexual. Si bien, en este sistema de valores, el sexo, en general, se considera como pecado y como algo negativo (si no atiende a intereses reproductivos), la sexualidad femenina es la que más se controla y se prohíbe.

El control de la sexualidad femenina ha sido y es uno de los pilares de dominio de los hombres sobre las mujeres y son muchas las autoras que han profundizado en este tema: Beauvoir, Rubin, Millet, Firestone, Jonasdöttir, Rich, entre otras. Una manifestación más del sentimiento de los hombres de que las mujeres son de su propiedad a través del control de su cuerpo y de su capacidad reproductiva.


4.- LOS MODELOS DE IDENTIDAD FEMENINA Y MASCULINA.


El proceso de socialización pretende que cada persona se identifique con todo lo que significa el hecho de ser mujer o varón. Así, la socialización nos crea una identidad de género, haciendo posible que las personas reconozcamos como propias las representaciones sociales (roles y estereotipos) de lo que significa ser mujeres u hombres.

Esta sexualización desde la infancia también conforma nuestra subjetividad, aquello propio de cada persona, único e intransferible, cuyo desarrollo, sin embargo, no puede ser libre, ya que tiene como marco de referencia la identidad de género que se nos ha asignado.

La concepción de que la especie humana se divide en dos sexos biológicos (machos/hembras), que conforman dos esencias diferenciadas, dos géneros opuestos (hombre/mujer), dos caracteres, dos maneras de sentir y estar en el mundo (masculino/femenino) ha existido desde la Edad Antigua hasta nuestros días.

El conocimiento y la investigación científica en todas las disciplinas que se ocupan del ser humano han construido sus teorías e hipótesis sobre la base de esta diferenciación entre mujeres y hombres. Al mismo tiempo que han contribuido a reforzarla, delimitar sus características diferenciadas e ir construyendo una identidad (conjunto de características propias de cada ser con las que una persona se identifica y que la diferencian de las demás) distinta para el sexo masculino y el sexo femenino.

La construcción de estas identidades diferenciadas (masculina y femenina) no es neutral, sino que responde, como venimos diciendo, a un sistema de organización patriarcal fundado en la dominación de los varones. Es más, responde a una intención, una voluntad por parte de este grupo dominante, de mantener su poder.

La necesidad y beneficios que estas diferencias conllevan para la humanidad, en la que se basa la idea de la complementariedad, han servido para justificar su existencia; sin tener en cuenta que esta relación de complementariedad es jerárquica. Mª Luisa Cavana lo explica así: «lo que en realidad significa la famosa complementariedad: mientras el varón personifica todas las cualidades propiamente humanas (invidualidad, actividad, inteligencia, desarrollo de sus facultades, creatividad), la mujer se limitaría a rellenar los “huecos” que no encajan dentro de lo masculino, pero que de alguna forma son necesarios: la emocionalidad, la impresión de totalidad, la “unidad con la naturaleza”».

En la concepción de lo que entendemos por identidad femenina y por identidad masculina encontramos una explicación a la forma en que se desarrollan las relaciones sociales, los conflictos y los pactos entre unos y otras que sostienen los cimientos del patriarcado.

¿Qué Significa Ser Mujer? ¿Qué Significa Ser Hombre? ¿Qué Rasgos Diferenciados Configuran La Identidad Femenina Y La Identidad Masculina?


a) La Identidad de género femenina.

En las concepciones y reflexiones sobre la identidad y la esencia de la mujer que se han realizado a lo largo de la historia encontramos una serie de características repetidas que conforman el modelo del ser femenino. Una de las principales características de la identidad femenina es que se trata de una identidad heterodesignada, es decir, designada por otros. Lo que la mujer es, lo que se entiende como femenino, lo han definido, lo han decidido los varones.

La identidad de la mujer está definida en función de los otros y por oposición a los otros (los varones). “A las mujeres en las sociedades patriarcales se nos ha hecho como la casta dominante de los varones ha impuesto que se nos haga: vasallas, sumisas, un sexo de segunda categoría, otras” (Simone de Beauvoir).

La mujer es así, ser para los otros. Este modelo de ser femenino impone, como máxima realización, actitudes y acciones de servicio hacia los demás y abnegación.  Como género solo existimos por mediación de los otros, a través de los otros, en los otros y la mayoría de las vías de realización del ser para los otros está en la sexualidad: la maternidad y la conyugalidad. La actitud que se asigna a las mujeres es la no-acción, la pasividad.

Los elementos comunes de la identidad de las mujeres se consideran naturales y se remiten a los instintos, a las hormonas y a la biología. De esta forma, se considera que ser mujer no es un hecho histórico-social, sino un hecho de la naturaleza. Ser mujer se convierte en un hecho natural. Y como hecho natural, su razón de ser en el mundo es la maternidad, y todas aquellas cualidades, habilidades, destrezas, funciones y tareas que se relacionan con el ámbito de lo reproductivo.

Esta identidad femenina, de ser por y para los demás, tiene como escenario asignado el espacio de lo privado, de lo doméstico, de lo próximo, el campo del cuidado o la implicación. Y en este espacio de lo privado se materializa también la jerarquía de poder patriarcal.



b) La Identidad de género masculina.
            
Esta identidad, a diferencia de la femenina, es una identidad autoasignada. El varón es un ser completo, y su razón de ser en el mundo no es la entrega a los otros (concretos) como en el caso de las mujeres; sino que se le está permitido y se le exige el ser para sí, el desarrollo de su individualidad como ser humano.

Las funciones del varón se sitúan dentro del rol productivo. Este rol productivo ha de desenvolverse en el ámbito de lo público, de la política y las relaciones sociales, denominado ámbito de la justicia y en el que la actitud que le corresponde es la imparcialidad.

Por otra parte, podemos decir, y por suerte en la actualidad muchos hombres están de acuerdo con ello, que el modelo de ser varón en el sistema patriarcal vigente constituye también una limitación a su desarrollo integral como persona, por ejemplo en la negación de la posibilidad de expresar sus sentimientos sin miedo a parecer cobarde, sensiblero, débil.

En efecto, se les exige ser los más fuertes y ser los mejores. De sus aprendizajes cotidianos quedan excluidas las dudas, la inseguridad, las emociones, las debilidades, el dolor. Se sanciona su sensibilidad y se premia su agresividad como fortaleza, capacidad de autodefensa. Sin embargo, en la balanza de los beneficios y pérdidas que le supone a un varón el proceso de apropiación de su identidad, ganan con mucho los beneficios que les supone pertenecer al sexo dominante.



BIBLIOGRAFÍA.

AMORÓS, Celia. 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.

CAVANA, Mª Luisa. "Diferencia", en Celia Amorós (dir.), 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.

LAGARDE, Marcela. Género y feminismo: desarrollo humano y democracia. Madrid: Editorial Horas y Horas, 1996.

MOLINA PETIT, Cristina. Debates sobre el género. 2000

OLMEDA VALLE, Amparo y FRUTOS FRUTOS, Isabel. Teoría y análisis de género. Guía metodológica para trabajar con grupos. Madrid: Mujeres Jóvenes, 2001.

SALTZMAN, Janet. Equidad y género. Una teoría integrada de estabilidad y cambio. Madrid: Cátedra. Feminismos, 1992.

SIMÓN RODRÍGUEZ, Elena. Democracia vital. Mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía. Madrid: Narcea, 1999.

VALCÁRCEL, Amelia. Sexo y filosofía: sobre mujer y poder. Rubí: Anthropos, 1991.

VALCÁRCEL, Amelia. La política de las mujeres. Madrid: Cátedra, 1997.

jueves, 28 de agosto de 2014

GÉNERO Y DESIGUALDAD: ¿SIGUE VIGENTE EL MODELO PATRIARCAL? (II)


¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE GÉNERO?

Volvemos a traer aquí parte de las preguntas que nos plateamos en la primera entrada sobre género y desigualdad: ¿Por qué somos como somos, hombres y mujeres? ¿Cuáles son nuestras diferencias? ¿Sobre qué se han establecido estas diferencias? ¿Cómo y por qué dichas diferencias han llegado a convertirse en desigualdades?, con la intención que ellas nos marquen la pauta para comenzar. Como ciudadanas y ciudadanos del mundo, nos consta que no existe ninguna sociedad, ningún país, ninguna pequeña isla en el planeta donde las mujeres posean y gocen de los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Esto conduce a la siguiente conclusión: la discriminación de las mujeres por el simple hecho de su pertenencia a su sexo biológico es universal.

A través del desarrollo de este ensayo, intentaremos averiguar las razones de esta injusticia que ocurre desde que el mundo es mundo.


1.- EL CONCEPTO DE GÉNERO

¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Existe diferencia entre sexo y género?

A partir de los años setenta, las investigadoras feministas acuñan este nuevo término como categoría de análisis de la realidad, para nombrar el entramado de características sociales y culturales aprendidas que se asignan a hombres y mujeres en base a su sexo biológico, con una consecuencia clara: el conjunto de derechos y oportunidades es diferente para hombres y mujeres, siendo menor para éstas últimas. Para MOLINA PETIT, "los discursos feministas sobre la distinción entre sexo y género representan un esfuerzo para sacar a las mujeres de la categoría de la naturaleza y colocarlas en la cultura como seres sociales que se construyen y son construidos en la historia". 

Con anterioridad a la aparición del concepto de género, las ideas sobre la masculinidad y la feminidad se aceptaban como herencias naturales basadas en el sexo biológico de los seres humanos. Este reconocimiento de dos cuerpos diferenciados, uno femenino y otro masculino, ha servido de base o fundamento para construir dos modos de ser y de existir, uno para las mujeres y uno para los hombres, que han sido definidos como "innatos", inherentes a su naturaleza y, por tanto, inmutables.

Así, por naturaleza, tener cuerpo de mujer implicaba ser sensible, intuitiva, tierna, dependiente, menos razonable e, incluso, con un menor nivel intelectual, y todo un conjunto de formas de ser y sentir que conforman el modelo femenino. De igual modo, tener cuerpo de varón significaba ser agresivo, valiente, decidido, autónomo, con mayor nivel intelectual, y otras cualidades que forman parte del modelo masculino.


De esta forma, podríamos señalar que el concepto de género surge como una categoría de análisis de la realidad que sirve para distinguir las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres (sexo), de las diferencias sociales y culturales (género). Simone de Beauvoir ya introdujo -como sabemos- esta diferenciación entre lo sociocultural y lo biológico en las mujeres en su libro El Segundo Sexo (1949), que se manifiesta en su famosa frase: "No se nace mujer, se llega a serlo".

La asignación del género a las personas deviene en el momento en que se tiene conciencia de cómo son sus órganos sexuales, masculinos o femeninos. Una vez conocido el sexo biológico, comenzamos a proyectar en el niño o la niña y a atribuirle el entramado de características genéricas construidas social y culturalmente para el varón o para la mujer.

Mª Jesús Izquierdo habla de una dictadura del género, entendida como "la imposición de la atrofia o hipertrofia a nuestras potencialidades humanas de acuerdo con unos patrones sociales de lo masculino y lo femenino. Hay dos modos de vivir, uno para cada género y cada uno está asignado a un sexo. Una mujer es un ser humano cuyo sexo es hembra y cuyo género es femenino. Un varón es un macho masculino". Sin embargo, si lo biológico no necesariamente determina lo cultural, como afirma la teoría del género, "una hembra puede ser total o parcialmente masculina y un macho femenino", por lo que "no toda hembra es mujer, ni todo macho es varón".

El concepto de género sirve para nominar a todo ese conjunto de características, formas de ser y sentir, expectativas de comportamiento, habilidades y destrezas, roles, responsabilidades que conforman los modelos masculino y femenino, cuyo origen no está en la biología, sino que es consecuencia de construcciones sociales y culturales. Pero, este modelo de ser mujer y el de ser hombre cambian, han cambiado a lo largo de la historia, y cambian de un lugar a otro del planeta; en cambio, el sexo biológico y los diferentes órganos y funciones se mantienen inalterables desde la aparición de la especie humana.

Por consiguiente, podemos decir que con la palabra género hacemos referencia a lo masculino y a lo femenino; no pudiendo ser utilizada en ningún caso como sinónimo de mujeres. Esta reducción simplista de género con mujeres se debe a que el término género fue acuñado desde el feminismo, lo que conllevó a englobar en el concepto género sólo a las mujeres, pero esto no es así. Con la palabra género analizamos las relaciones, la vida de las mujeres y de los hombres.

Pero, a través del género también se organiza la sociedad. Esto es, el conjunto de personas que forman la sociedad se organiza de una manera determinada en función de su pertenencia al género masculino o al género femenino, estableciéndose entre ambos relaciones de poder y subordinación, siendo las mujeres el grupo discriminado y oprimido.


2.- GÉNERO Y DESIGUALDAD SOCIAL


2.1.-  Orden Social Sexo-Género.

Como hemos dicho, el género, además de una característica de las personas, es un elemento que sirve para organizar la sociedad. Asimismo, el género nos ayuda a entender la forma en la que, partiendo de una diferencia sexual biológica, entre mujeres y hombres, se construye todo un conglomerado de relaciones sociales desiguales, que son relaciones de poder.

Para Gayle Rubin, el género es una construcción cultural en torno a la cual se estructuran los sistemas de organización de las relaciones sociales: trabajo, producción, relaciones afectivas... Según ella, una mujer es "una hembra de la especie humana" y es a través de un sistema de relaciones sociales como se convierte en "una mujer oprimida"; a este sistema Rubin lo denomina "sistema sexo-género".

Se trata de un sistema de clasificación y organización universal, que convierte la diferencia sexual en desigualdad social. Desigualdad que tiene su fundamento en el hecho de que las relaciones de género son relaciones de poder, ya que este sistema de organización social basado en el género establece una jerarquía de poder de los hombres sobre las mujeres. Estas relaciones se expresan tanto individual como colectivamente, tanto en el ámbito privado del hogar como en el de las instituciones políticas, dando lugar dichas relaciones de poder al PATRIARCADO.


2.2.- El Patriarcado.


El patriarcado literalmente, según el Diccionario de la RAE, significa "gobierno de los padres o ancianos"; pero las interpretaciones críticas del feminismo se refieren a él como un sistema u organización social de dominación masculina que ha ido adoptando diversas formas a lo largo de la historia. Kate Millet, en su libro Sexual Politics (1970), utilizó el concepto de patriarcado en el centro de su análisis de la realidad social, definiéndolo como "el sistema de dominación más universal por ser el más extendido en el espacio y el más antiguo en el tiempo, que establece relaciones sexo-genéricas de poder que en todas las culturas conceden preeminencia y hegemonía a los hombres como tales a costa de la relegación y subordinación de las mujeres por el mero hecho de ser hembras humanas".

La ideología patriarcal se basa, pues, en la creencia de la superioridad masculina sobre la femenina. Los hombres, apelando a su naturaleza y como consecuencia de ella, se creen en posesión de un conjunto de cualidades y habilidades que les otorgan derecho y poder para decidir la ordenación del mundo y de las sociedades; relegando a las mujeres al ámbito de lo reproductivo en la vida privada o a un segundo plano en el espacio de lo público.

La definición patriarcal del mundo es androcéntrica, poniendo al varón dominante como medida de todas las cosas; es decir, se considera al varón como prototipo de ser humano completo y perfecto. Ser varón es lo humano, es lo bueno, es el modelo a alcanzar. Por ello, ser mujer es considerado un modo de ser incompleto y deficiente. En la medida en que el prototipo de "ser masculino" es el referente del "ser persona" (androcentrismo), y las cualidades, roles y funciones masculinas tienen un valor superior a las pertenecientes al modelo femenino, se establece una jerarquía de poder de los hombres sobre las mujeres.

El androcentrismo se sostiene sobre dos falsas premisas, según la conocida formulación de Gisela Breitling: todo lo humano en general es masculino, todo lo masculino es humano en general. Ello viene a implicar que lo femenino queda fuera del universo humano, y que lo masculino posee, por naturaleza, mayor capacidad para mandar y dirigir.

Durante muchas décadas, se ha conceptualizado a las mujeres como seres imperfectos, cercanos a la naturaleza, seres sin alma, irracionales, pasionales.... Señalaba Aristóteles: la mujer es el hombre mutilado, una deformación de nacimiento, un monstruo que, sin embargo, es necesario para la conservación de la especie. Esta concepción de las mujeres como lo diferente, lo otro, lo no humano del todo, lleva implícita una relación jerárquica entre ambos sexos.

Hablar de un sistema patriarcal vigente en el siglo XXI puede parecer una exageración, o provocar reacciones en contra al creerlo un término obsoleto, pero basta con observar a nuestro alrededor y comprobaremos que continúa tan en boga como hace dos mil años. Pues, ¿quiénes son nuestros gobernantes? ¿Quiénes controlan el poder económico y financiero? ¿Quiénes dictan e interpretan, en su mayoría, las leyes? ¿Quiénes dirigen y son propietarios de los medios de comunicación? ¿Quiénes siguen siendo los modelos de referencia?

No obstante, las mujeres han alcanzado cuotas de poder. Ciertamente, se han dado notables avances desde los tiempos en que las mujeres tenían que pedir autorización a los hombres para todo y no tenían ni voz ni voto (en sentido literal) -aunque en algunas sociedades sigue ocurriendo esto-. Sin embargo, el patriarcado es un sistema enormemente flexible y adaptable a las nuevas circunstancias sociales y culturales.

Como afirma Alicia H. Puleo: "la mujer cree obrar en libertad y en realidad está obedeciendo a nuevas consignas sociales. Ahora todas las mujeres pueden (y se sugiere que deben ser) todo al mismo tiempo: madres asalariadas con doble jornada, monjas que aportan su fuerza de trabajo a la colectividad (voluntariado y nuevas formas de asociacionismo en las que, por lo general, las mujeres ocupan las bases y no los cuadros dirigentes) y hasta prostitutas, ya que las revistas femeninas aconsejan cómo comportarse socialmente para agradar a la pareja".


2.3.- Mecanismos de Legitimación, Mantenimiento y Reproducción del Patriarcado.

¿Cómo es posible que un sistema tan injusto, que discrimina y oprime a la mitad de la población mundial permanezca en la actualidad? El análisis de las razones que explican el mantenimiento y reproducción del sistema patriarcal son fundamentales para desmantelarlo, siendo necesario incidir en sus causas. 

Para favorecer el entendimiento de los mecanismos que permiten la reproducción del patriarcado, se ha establecido una diferenciación entre aquéllos que se denominan "de coerción" y aquéllos que se llaman "de consentimiento". Alicia H. Puleo define los patriarcados de coerción como aquéllos que "estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadoras con la violencia aquello que está permitido o no está permitido a las mujeres". En cambio, los patriarcados de consentimiento serían aquéllos en los que se da la igualdad formal ante la ley, definidos como los occidentales contemporáneos, pero mantienen y reproducen las desigualdades de género, la discriminación y la opresión de las mujeres mediante mitos y estereotipos presentes en todo el proceso de socialización: en la familia, en la calle, en la escuela, en las iglesias, en los gobiernos, en los medios de comunicación, etc.




BIBLIOGRAFÍA.

AMORÓS, Celia. 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.

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VALCÁRCEL, Amelia. Sexo y filosofía: sobre mujer y poder. Rubí: Anthropos, 1991.

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